Aunque siempre tuve con el rol más coqueteo e interés intelectual que participación activa -llevo años sin jugar a nada vagamente relacionado-, hace un par de semanas me animé con una partida en vivo, variante rolera por la que siento especial predilección pese a ser una jugadora terrible, aplicando la máxima "no dejes que la nula capacidad interpretativa te estropee un buen maquillaje".
La verdad es que disfruto más con la caracterización física y elaboración previa de la historia, personalidad y habilidades de mi pejota, que materializando ese carácter durante la interacción con el resto de jugadores, quizás porque improvisar no es lo mío. Pero actuar en lugares públicos sin que el resto del mundo lo sepa no deja de tener su gracia y resulta hasta terapéutico.
Imaginen el panorama: un grupo de adultos vestidos de forma cuanto menos extraña, recorriendo un pub y sus alrededores, haciendo corrillos durante toda la noche, hablando en términos incomprensibles o directamente alarmantes (p.e. ¡El Nosferatu ha desaparecido y el Príncipe ha matado al Gangrel!) como si fueran de vital importancia y que, de tanto en tanto, se marca un piedra, papel, tijera (lagarto y Spock aún no han calado, pero denle tiempo), que es la forma de resolver los retos a falta de dados.
Si al leer la palabra "rol" visualiza usted un psicópata quemando miniaturas con una katana en una mano y un dado en la otra, le recomiendo el siguiente vídeo.
Con toda esta historia últimamente he estado recordando la web Comando Gesserit, un sitio creado por varias mujeres frikis muy conscientes de su raruna condición que intentaba reunir y animar a la participación de otras chicas de la red. Para que quede claro, no se trataba de un gueto de castradoras ni una nueva corriente de los estudios feministas adaptados a la posmodernidad o cualquier otra crítica chorra que quiera hacerse. A rasgos generales era una muy buena web dedicada al frikerío de toda la vida, de contenido original en ambos sentidos, creación propia y un enfoque diferente, tratando algunos aspectos a los que un tío difícilmente se dedicaría por la sencilla razón de que ni le afectan ni los ha vivido.
Desgraciadamente, Comando Gesserit sufrió una temprana y nunca explicada defunción de la que archive.org y la caché de google no conservan el rastro. Todavía pueden leerse en foros y blogs algunos de sus contenidos -especialmente el imprescindible manifiesto con el que iniciaron su andadura- y gracias a ellos di con el texto que considero más interesante y hoy quiero recuperar. Una reflexión sobre la eterna pregunta: ¿Por qué hay tan pocas mujeres frikis?. Al final de la cita incluyo algunas notas sobre las frases marcadas con las que no termino de estar de acuerdo.
Cómo ser una friki y no morir en el intento
No pretendemos traicionar a nuestro propio sexo cuando afirmamos que es innegable que las mujeres solemos llevarnos fatal entre nosotras mismas, mucho más que los hombres entre ellos. Tampoco creemos sorprender a nadie si decimos que el mundo del frikismo se ha construido en masculino y que ha habido una cierta resistencia por parte de las mujeres a involucrarse en actividades subculturales como leer o dibujar tebeos, ver películas malas, jugar a videojuegos o cualquier actividad vagamente bizarra.
¿Por qué? Y sobre todo, ¿están estos dos hechos relacionados?
Las mujeres que formamos el Comando Gesserit coincidimos en muchas cosas: todas somos chicas jóvenes, todas somos expertas frikis y todas hemos tenido muchos más amigos que amigas puesto que siempre nos hemos movido con más comodidad en ambientes masculinos. Las razones para haber rehuido de los ámbitos femeninos son muchas, algunas inconscientes, y están relacionadas con el deseo de expresar más libremente una forma de ser que no está todavía incluida entre los roles femeninos: ser rara.
Efectivamente, los hombres también tienen un numero limitado de roles entre los que elegir (chico guapo, chico listo, el amigo, el tipo gracioso, el tipo enrollado…). Si se salen de los roles ganadores siempre pueden refugiarse en los márgenes de lo bien visto, etiquetarse como “frikis” y vivir en su mundillo. Pero, finalmente, a pesar de todos los inconvenientes, consiguen salirse del guión y refugiarse entre los suyos.
Para las mujeres es diferente. Nosotras también tenemos un cierto número de roles (chica guapa, tía buena, tía buenísima, la amiga, la lista…) pero salirse de aquí es muy difícil. Tradicionalmente se nos ha exigido permanecer en unos cánones muy limitados porque, si ya era difícil triunfar en un mundo masculino, imagínate si encima vas de rara. Una chica “bien” tiene que ser normal, es decir, parecerse a las demás; y ¡que se cuide de sus propias amigas si se le ocurre empezar a pensar en cosas diferentes!
Así, si el frikismo se entiende como una forma de recreo o pasatiempo, se comprenderá también que haya sido un territorio vedado para muchas mujeres: nosotras no estamos educadas para disfrutar de la cultura del ocio. Y no hablo sólo del asunto de que las mujeres tienen menos tiempo que dedicar al ocio porque deben esforzarse más para conseguir los mismos trabajos, sueldos, oportunidades, reconocimiento, etc., que sus compañeros; hablo sobre todo de las limitadas opciones de tiempo libre que se ofrecen habitualmente a las mujeres.
Efectivamente, los pocos pasatiempos que se asocian de forma tradicional a lo exclusivamente femenino (como la moda, las compras, la cocina, la costura, el cine romántico…), suelen ser considerados como frívolos o superficiales. En cambio, entre las actividades que se asocian a los hombres hay algunas muy populares que van desde la práctica de todo tipo de deportes hasta el bricolaje, pasando por los coches de carreras, el coleccionismo de objetos de toda índole, los videojuegos, el cine de acción, la música y muchas otras posibilidades [1].
Además, estas opciones de tiempo libre se ven reducidas con el paso de los años. A partir de cierta edad, el mundo te exigirá que adoptes unos roles de adulto en los que “ocio” significa “responsabilidades laborales, domésticas y familiares”. Y si parece que los hombres estuvieran obligados por una ley no escrita a abandonar su ocio irresponsable a partir de cierta edad, las mujeres somos aún más conscientes de nuestra condena de expulsión de Nunca Jamás. Hoy a nadie se le pasa por la cabeza amonestar a una niña pequeña que juegue con coches o soldaditos porque sean “juegos de chicos” [2], evidentemente. Pero cuando te haces mayor, si sigues jugando eres una irresponsable. Para mujeres en entornos más hostiles, la presión por abandonar cualquier forma de ocio que no sea ir al gimnasio o al parque con los niños puede ser enorme.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que, en general, se nos pide no apasionarnos demasiado por nuestras aficiones: al fin y al cabo, sólo son ocio y lo importante es el trabajo ¿no? Pero aún así, hay ciertos pasatiempos bien vistos por la sociedad a cuyos entusiastas (o frikis) se admite con benevolencia, por ejemplo, los fanáticos del fútbol capaces de describir detalladamente cada uno de los goles de todas las selecciones desde el mundial de Uruguay 1930; e incluso se tolera (con algunos titubeos, eso sí) la existencia de tarados de Tolkien que hablan élfico como lengua materna. Pero también en esto hay diferencias para chicos y chicas, pues hay menos comprensión para las chicas que se consagran a aficiones inútiles. De hecho, hay muy pocas mujeres que se atrevan a mostrar su devoción total por algún tipo de pasatiempo que no sean los cuidados de belleza. Definitivamente, no está bien visto que una chica emplee todo su tiempo, dinero y esfuerzo en coleccionar figuritas de plástico con forma de superhéroes o muñecas de trapo de la posguerra o barras de labios de diversos colores. Y es que tanta marginalidad y dedicación a lo improductivo van contra el supuesto espíritu práctico de las mujeres y contra otros tantos tópicos que contribuyen a que muchas chicas no conciban las inmensas posibilidades del tiempo libre y las bondades de lo inútil.
En definitiva, si las incompatibilidades del frikismo y lo femenino nace de nuestro temor a ser raras y predisposición a desechar lo inútil pero divertido, la reconciliación parece difícil pero no imposible. De hecho, cada vez hay más chicas integradas en la subcultura friki y el Comando Gesserit es una prueba más de que para las chicas también hay vida más allá de la normalidad y lo útil, una vida basada en la ludofilia y la solidaridad femenina [3]. Nosotras ya estamos convencidas, ahora nos dirigimos a las demás: a las chicas cohibidas del mundo que tienen que pedir permiso al novio para salir con sus amigas, a las que les da vergüenza mostrar en público sus amplios conocimientos sobre cine serie Z, a las novias de roleros que no se atreven a jugar por miedo al ridículo, a los roleros de toda la vida que levantan una ceja cuando aparece una jugadora y a todos aquellos que, sencillamente, no entienden qué coño estamos haciendo con nuestras vidas.
[1] | suelen ser considerados como frívolos o superficiales Da la impresión de que realizan una oposición tipo "cocina vs coches" como si lo segundo no pudiera ser considerado frívolo o superficial. Si nos ponemos exquisitos, creo que saber cocinar es mucho más práctico que saber tunear un coche, pero estamos hablando de disfrutar determinadas aficiones independientemente de su utilidad real (que muchas tendrán). Lo importante es reflexionar sobre por qué se restringen a uno u otro sexo, no valorar cuál de ellas es más interesante. |
[2] | Hoy a nadie se le pasa por la cabeza amonestar a una niña pequeña que juegue con coches o soldaditos porque sean “juegos de chicos” En mi experiencia esto, desafortunadamente, no es cierto. Por ejemplo, el día que mi hija fue a clase con unos muñequitos de Ben10 (serie infantil, bastante entretenida por cierto) un compañero le recriminó que no podía llevar eso, que era, literalmente, "un juguete para chicos". Obviamente le dije que era mentira y pasara de él, que jugara con lo que le diera la gana. Mi propia pareja no vio con buenos ojos mi consejo, pues consideraba que con ello estaba fomentando que chicos y chicas la marginaran, convirtiéndola en blanco fácil para la conocida crueldad de los críos. Por fortuna, no parece estar resultando así y puedo encontrarla en el cole tanto saltando a la comba como lanzando unos bakugan... pero la compañía en una u otra actividad sigue polarizada. Basta con pasar por un cumpleaños cualquiera y ver qué se regala a quién, abrir un catálogo de juguetería o la indignadísima respuesta de una madre a la que la asociación de padres sugirió -ante su reclamación por la falta de plazas de una actividad extraescolar en un horario concreto- que a esa hora podía apuntar al niño en baile: ¡Cómo voy a meter a mi hijo en ESO! |
[3] | solidaridad femenina Hay algo en esta expresión que me produce escalofríos. |